De Valencia, de sus gentes, no tengo especial
mal recuerdo. Hay como en todas partes gentes con las que se conecta, gentes
contra las que tienes que hacer piruetas para no estrellarte de frente y
gentes que pasan sin ser vistos y que ni te miraron. Como en todas partes.
Pero existe un tipo de fauna acostumbrada a que todos se humillen que llevan
muy mal el que alguien los trate como igual. Y no hablo del fundador, supongo
que el que dependa de él laboralmente, entre los que conocí a alguno
realmente enfadado por el trato recibido o el que haya dependido de alguna
decisión suya de cualquier tipo podría opinar, pero no es el caso. Yo me
refiero a personas que han tenido algún poder o han pertenecido a algún cuerpo, yo supongo que habrá gente noble, sin el ánimo exacerbado
permanentemente de hacer valer su poder,
pero yo no la he conocido. De hecho cuando en el escrito anterior de esta
serie digo que no estaba para “hacer frente a nada” en relación al motivo de
no haber puesto denuncia sobre lo que yo había visto en relación al
mencionado desahucio, no es que, como seguro todos pensaron, no estuviese dado
de alta, no, el motivo era que hacía solo unas semanas había tenido un
percance y me habían detenido junto a otras dos personas que me habían pedido
ayuda para que les llevase con el furgón maquinaria y otros enseres de la
casa de un amigo a casa de uno de ellos. Uno de ellos es un hermano al que le
llevo 10 años con el que entonces aun a mi pesar intentaba mantener un
vinculo. Ha pasado mucho tiempo. Entonces culpé a mi hermano por haberme
implicado en alguna mala historia, con lo difícil que estaba la vida sin
tener problemas legales, solo faltaba verte implicado por una insignificancia.
Pero con el tiempo se fueron aclarando las cosas en mi confusa percepción de
los hechos. Para iniciar os contaré que en ese momento yo tenía un pleito con
mi casero, este señor era guardia civil retirado. Lo cierto es que a las dos
semanas de haber hecho la mudanza desde mi vivienda anterior, con todo lo que
ello supone, aparece con su señora en la puerta de mi casa, un chalet
independiente que le había alquilado a una inmobiliaria del pueblo al que
luego supe era el hermano taxista del alcalde del PP, propietario de la
inmobiliaria. La pareja pretendía que les dejase la parte de abajo para que
ellos se pudieran venir a vivir allí cuando les apeteciera. Por supuesto me
negué, con una gran educación al principio, pero tal y como se fueron
empecinando ambos, señor y señora guardias civiles retirados se me fue
obligando a ponerme en mi sitio. En mi contrato no se decía nada de tal
posibilidad, cinco años. Era económico, si, pero tenia importantes hándicaps
que así lo posicionaban en el mercado inmobiliario. Tras pedirme que dejase
el chalet les enseñé el contrato y les sugerí que hablasen el resto con el
que, también más tarde supe, llamaban El Trampas, hermano del alcalde del PP.
La cosa fue deteriorándose en los siguientes meses, con amenazas veladas que
sin embargo en el cuartel donde este señor había ejercido, no aceptaron la denuncia, diciendo el
responsable en ese momento del cuartel que eso era un asunto “civil”, cuando
estamos hablando de un tipo que llega a tu casa y te dice: “Tu sabes lo que
he sido yo ¿no? En casa tengo de todo. Cualquier día vengo y puedo perder la
cabeza y puede pasar algo”. Un asunto civil, allí se enrocó su colega. A la
siguiente vez me fui a la comandancia provincial y expuse lo que ocurría, lo
denuncié por escrito. A los dos o tres días salía por la mañana en una
dirección no acostumbrada, es decir, solo lo podía saber alguien que
estuviese vigilando mi casa, y ya en la población de destino me adelanta con
su coche, me obliga a parar en el arcén y muy violento me dice que me ha
subestimado, ¿Qué si lo he denunciado yo? Justo en ese momento pasaba un
vehículo de la Guardia Civil, no lo paré ¿Qué era? ¿Amigo o enemigo? La cosa
aflojó a partir de entonces, pero solo aparentemente. El chalet quedaba fuera
de todo tráfico posible, sin embargo aparecían vehículos de la Guardia Civil
sobre todo cuando mi compañera estaba sola, bajaban, se hacían ver y se iban.
Una tarde noche probando el furgón después de cambiarle no recuerdo que pieza
me paró una pareja que evidentemente no eran de Tráfico de una forma más que
sospechosa. Estaban parados en una zona pintada en medio de un cruce, en una
“furgoneta” de la Guardia Civil y cuando paso salen a toda prisa detrás de
mí, justo cuando tomo el desvió de la carretera comarcal a la local, me hacen
gesto de que pare junto a la línea de contenedores de basura que había al
inicio de la carretera local que da servicio a una considerable cantidad de
chalets. Me tratan sin motivo alguno de gente de mala vida, me acompañaba mi
tutelado, ya con 17 años, y tras negarse a creer que me dirigía hacía mi casa,
sin motivo objetivo alguno deciden “escoltarme” hasta ella. Llegamos a la
puerta del chalet y le hago gestos a mi compañera de que abra la verja, había
salido al vernos llegar. Le pregunto al guardia que llevaba la iniciativa si
va a pasar al chalet y no pareció tenerlas todas consigo, no pasó. Le digo
que le dé recuerdos a Don Paco y estalla, hago pasar a mi hermano a la casa
con miedo y me enfrento a los guardias avisándoles de que los iba denunciar,
como así hice, nombrando todos los antecedentes en la comandancia provincial.
Se abrió una investigación interna de la que todos fueron eximidos de
responsabilidad alguna. Alegaron que los guardias y el otro señor no se
conocían. Me retiraron la documentación por no llevar encima el recibo actualizado
del seguro, casualmente vencía por esas fechas y el banco aun no lo había
enviado y me pusieron una multa increíble de 250.000 pesetas, con otra de la
misma cuantía por no haber pasado la ITV, para lo que estaba preparando y
probando el furgón cuando intervinieron,
tenía hasta la fecha para pasarla y así se lo dije. Todo esto allí en
la puerta de mi casa, a gritos el guardia enviado y yo, el otro se comportaba
como si le hubieran dicho – “ven, veras que gracia”. Cuando fui a retirar la
documentación a tráfico nadie reclamó, ni nunca pretendieron cobrar la
desorbitante suma para una multa de tráfico, la funcionaria no se lo creía al
ver las multas.
Ya
he contado la posición del chalet en el plano, literalmente se tenía que llevar
un croquis para llegar a él. Una tarde salí por la verja de abajo, la que
daba al coto y el monte bajo salpicado aquí y allá por chalets. Una de las
perras se acercó a un hombre que “paseaba” por allí, tenía esa edad en la que
es imposible acertar, entre los 70 y 80 años. No os podría contar como
llegamos a hablar del origen de cada uno, seguramente me condujo a ello,
resulto ser del pueblo de mi familia y dijo haber compartido trabajo con mi
abuelo materno, éste había sido vigilante en la mina. El que conozca algo de
la historia de España sabe que tradicionalmente los vigilantes y los
oficinistas siempre estuvieron en las huelgas mineras del lado de la patronal,
mientras que los mineros, los picadores, barreneros y demás personal de tajo eran
los que protagonizaban las huelgas. Mi padre fue picador desde los 11 años.
No sabré nunca si esto formó parte de la guerra sucia o fue un aviso serio de
que las cosas podían empeorar y estuviera alerta. Al final esas creencias
profundas nos impregnan, no le supongo mala fe a mi abuelo por mezclarme con
aquella gentuza (me dejaba al cuidado del retén de la policía nacional de
Franco en el Gobierno Civil de Valencia). Los mismos que pegaban a mi padre
durante sus crisis; le frieron el cerebro en Ciudad Real al inicio de los
años 60. El abuelo podría haber metido los dedos en un enchufe y haberse
meado encima; todo ese derecho tenía a hacer lo que hizo. Nunca hicieron
intento de entrar en mi casa, donde estaba mi familia y así yo quedé
agradecido de poder seguir con mi vida en libertad.
Como
decía, con el tiempo se fueron aclarando las cosas en mi confusa percepción
de los hechos. Aquel día, poco antes de enfilar la carretera local de salida
de mi chalet hacía la comarcal para ir ha hacer la mudanza de maquinaria y
herramientas que tenían en la casa de la madre, muy amable por cierto, de uno
de ellos, con mi hermano iban otros, uno de su edad y otro bastante más joven
a la casa del que nos dirigíamos, vi pasar un coche de la Guardia Civil en la
misma dirección que nosotros. Para nada le di importancia entonces aunque
llamara mi atención la forma precipitada en la que conducía el que iba al
volante. Así llegamos a la casa de este chico y cargamos dos vehículos, un
turismo y mi furgón; en el turismo metieron la maquinaria que funcionaba y
las herramientas que no eran para tirar. En el furgón todo lo que se
descartaba, para chatarra, yo me dedicaba a los desmantelages y podía
cobrarles así el servicio, combustible y demás. Cuando salimos de la casa de
los padres de este chico, en la plaza, había dos vehículos de la Guardia Civil
que nos paran y sin más nos llevan al cuartel a los tres hombres en mi
furgón, a mi compañera que venía conmigo en el furgón la dejaron en el
turismo. Supongo que a sus fines era más creíble el que fueran tres hombres a
cometer diversos delitos que contar que uno llevaba a su compañera a
delinquir; por si fuera poco ella nunca hubiera colado como delincuente
habitual, así que la obviaron. Era sábado, pasamos el fin de semana en el
calabozo. Cuando le dijeron a mi compañera que ella se fuera la Guardia Civil
metió todo lo que había en el coche en mi furgón. Antes de que llegase el
teniente, un déspota con el que no quisiera verme a solas, me interrogó con
subterfugios uno de los guardias, decía que
estaba estudiando para ser abogado. Yo mayormente le hablé de cuando enviaron
a los del sindicato de De La Rosa a Benimantell y del peluche de la Pantera
Rosa colgado por el cuello en una torre de luz en desuso. No se si esto fue
lo que motivó la amenaza de golpearme que hizo el teniente una de las veces
que pasó a mi lado. El lunes nos pasaron a hablar con la jueza negándoseme el
ir a evacuar al lavabo, por lo que no estuve especialmente amable con la
altiva señora que me preguntó no recuerdo qué. Me dejaron en libertad después
de descargar el furgón en unas dependencias de la guardia civil o del
juzgado, no lo se, con la obligación inicial de acudir cada 15 días al juzgado
a firmar, pero en la primera vez que acudí el secretario del juzgado me dijo que yo no hacía falta que volviera,
en las declaraciones se me exoneraba de todo. Algún año después me encontré
con uno de los amigos de mi hermano, me dijo que tardaron muchos meses en
devolverles lo depositado, pero que faltaba la mitad de las cosas. Me lo
creí. Algunas veces me he preguntado que si todo lo cargaron en mi furgón, si
los otros me hubieran implicado mal lo hubiera tenido ¿No? Es más, me he
preguntado como se puede hacer lo que hicieron de quedarse la maquinaria y
acusar de no se sabe qué. En la documentación que meses después me dieron,
eso sí, tras amenazar a la altiva jueza de denunciarla, que me habían dicho
en el Defensor del Pueblo que no me podía negar la documentación, con dos
testigos al lado; se leían cosas como: Diligencia “preguntado el mecánico me
dice que esas herramientas solo se venden a los concesionarios, que
seguramente proceda de algún robo”. El caso es que se machaca el destino de
las personas que no tienen papá o abuelo que les saque del apuro.
Evidentemente son muertos de hambre que nada pueden oponer a un ejército en
ejercicio, porque eso es la Guardia Civil, el ejército, con su disciplina
militar, aplicando su idiosincrasia en las calles, pasarían todos con el
tanque por encima del que fuera. Ha este ejército lo cubre una judicatura
heredera de la filosofía de Franco, en la que no se movió ni los muebles de
sitio. ¿Democracia? ¿Para quién?
Había
estado más de dos meses en la nave en la que contraté la maquina
retroexcavadora de mi tocayo para rellenar de piedras y zahorra los socavones
de las máquinas. El último día, estábamos recogiendo la última maquinaria de
mano cuando apareció un coche de la Guardia Civil. Me preguntaron cual era mi
relación con la nave y les dije que tenía un contrato para aquello; la nave
estaba diáfana, de ella había salido la pesadilla de su propietario (Una
plana de cuatro metros, una caldera de dos depósitos de siete metros de
aceite térmico con toda su maquinaria
auxiliar, centenas de metros de tubos de todo tipo, agua, aceite,
aire, depósitos gigantescos de serrín). Yo era el tercero o el cuarto
“equipo” que pasaba por allí, cada uno se llevó lo que pudo pero ninguno
acabó su trabajo. El propietario, un tratante de madera que la había heredado
de la familia era un hombre agradecido que me ofrecía referencias cada vez
que me veía. Aquellos dos llegaron el día que nos íbamos pero no sin antes
coger mis datos a pesar de mostrarles el contrato de desmantelages, que
sorprendidos, leyeron. Eran otros enviados.
Por
aquellas fechas lancé el primer minuto en el aire, en la Ser, tenía miedo de
lo que me pudiera pasar si no llamaba poderosamente la atención. Lo cierto es
que sirvió de poco, por el contrario hizo entrar en escena a otros
mercenarios, estos que ahora, por lo de la competitividad, lo mismo te dan las noticias “instantáneas” o “precocinadas” depende del tic del medio, que
te propagan un crece pelos. Resulta delicado y creeros, valiente dado mi
origen hablar de este tema, pero no creo que se pueda imaginar lo que es la
persecución mediática orquestada. Con datos tan difíciles de manejar por los
que lanzaban los “subliminares”, tan precisos, que el temor inicial por el
que comencé con lo de un minuto en el aire, pronto se convirtió en terror. Es
una forma de terrorismo de estado
similar a lo que hacía en EE.UU el FBI con sospechosos a los que se visitaba
a la familia y a los amigos para incordiarlos y hacerles la vida imposible al
individuo, pero mucho más sencillo de ejecutar. Una locutora o locutor lee lo
que se le pone en el teleprompter sabiendo lo que hace, de hecho no todos lo
leyeron y solo una acabó por fin con el soniquete, con la tortura continua de
la impotencia total de ver como se conculcan tus derechos más elementales
ante los ojos ciegos del resto del mundo, que nunca recibirá en cambio un
estímulo exclusivamente diseñado para ti, pero esto es material para otro
tipo de literatura. Por fin el casero
consiguió que un juez le diera la razón donde otros dos no se la habían dado,
parece que se extraviaron unos papeles de apoderamiento que me enseñó el
Trampas cuando firmamos el alquiler, de los que por las cosas de la juventud,
yo no tenía copia. Y comenzó otra historia en otro pueblo no demasiado lejos
de allí, considerado por la policía como “zona de guerra” en relación a la
droga, dato que yo desconocía y que ninguno de los policías locales con los
que hablé cuando aun tenía tiempo de reconsiderar mi decisión de establecer
allí un negocio en un local con “un pasado” me puso sobre aviso del local y
de sus propietarios, aunque luego arrugasen la nariz cuando pasaban por el
local, limpio de inmundicias a costa de arriesgar algo más que la inversión.
Podríamos tipificar al pueblo como de Jekyll,
a
partir de las seis de la tarde se convertía en Hyde. Pero eso es también otra historia para la que aun, diez años
después, no estoy preparado para contaros.
Esta
zona del pueblo Jekyll era y aun lo es cubierta en especialidades médicas y en los demás
servicios propios de estos establecimientos
por el Hospital de la Ribera. Yo en aquel momento estaba en parada
técnica, ayudando a mi compañera a establecer un negocio con un formato bien
diseñado, con pretensiones de franquicia. Así que mientras volvía a lo mío me
hice un seguro de salud con una compañía privada. Lo cierto es que solo lo
usé en los dos años que duró aquello una vez que me ensarté el dedo meñique
con un cuchillo, de lado a lado, parecía una salchicha con el cuchillo
traspasándola por el medio de forma longitudinal, por lo que unos puntos lo
solucionaron. Pero bueno esto pertenece ya a la tercera parte.
Alonso Quijano
http://www.becarioenmoncloa.com/?m=200709
http://baxtalo.wordpress.com/2012/05/04/el-responsable-de-los-campos-de-concentracion-croatas-estuvo-en-valencia-durante-25-anos/
http://www.memoriahistoricacartagena.com/2011/10/extraditaran-fraga-y-martin-villa-por.html
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